Violencia y poder en la obra de Lorca

Según Díez Revenga, es la frustración y la rebelión contra un sistema social injusto y clasista la que impulsa a García Lorca a dar forma a sus tragedias, ejemplificando en sus obras la frustración y la violencia como elementos intrínsecos de la naturaleza humana. 

Podemos así, entender esta violencia como un paralelismo natural y biológico con una situación insostenible y cíclica, en la que el altercado o conflicto violento, el lenguaje, la sangre, ejercen el papel de catarsis, de válvula de presión que da salida a una circunstancia incómoda y explosiva, que no encuentra alivio en ninguna otra solución que no sea la de resistencia activa. 



De esta forma, podemos trazar esta frustración como una imposición, natural y también humana, un poder o autoridad al que oponerse, y contra el que se rebela de forma natural la pasión humana, el deseo, los anhelos, la propia rebeldía en la sangre. 

Esta frustración, este entendimiento del amor como una realidad violenta, como un camino indivisible, que puro o no, lícito o no, siempre genera angustia y muerte en última instancia, representa en el caso de Lorca una representación de su propia vida, de su paisaje sentimental y las restricciones y limitaciones por las que el poeta y dramaturgo hubo de pasar. No quedan pues muy alejados de su pasión no resuelta, u obligada a esconderse y vivir en la sombra, sus personajes femeninos jóvenes, víctimas e impulsoras del amor, que aunque correspondido, no es aceptado por la propia vida (sociedad, mente colectiva).



Es por tanto la violencia lorquiana, una representación lírica, simbólica, pero también ofrecida de forma directa al espectador, del dolor y frustración que producen el amor, la tragedia que encierra la imposibilidad de ese amor, de ese deseo anhelante, y que al igual que en la tragedia clásica, el intento de transgredir ese velo de prohibición, solo acabará desembocando en tormento y muerte. 

Esto puede verse con asombrosa claridad en la mayoría de sus personajes femeninos -verdaderos ecos del poeta, mucho más en cualquier caso que los masculinos-, tanto en Adela, como en la Novia. Un deseo, un amor prohibido, una resistencia tangible a la autoridad y el poder que constriñen la libertad pasional, sentimental y vital de las protagonistas, cuya rebeldía o desacato acaba produciendo un acto violento, sangriento, en el que la virilidad y la pasión del hombre juega un papel fundamental, y que acaba propiciando la perdición de ambos, en una suerte de relación, deseo-castigo. 



En Bodas de Sangre, este conflicto es generacional además de tratar sobre el género, extendiendo sus raíces en la sociedad andaluza, como representación clásica (aunque lírica y vanguardista en sus formas) de España. 

Como dice Juan Caballero en la edición comentada de Cátedra; "en la psique humana hay fuerzas ocultas no controlables, capaces de enloquecer y destruir". 

Es pues esta semilla, ausente de razón o control, la que encierra los brotes de violencia y sangre que harán llegar en última instancia la muerte, como un castigo final para los que transgreden las causas formales, que aunque no obedezcan a la razón, ni al beneficio del ser humano, son entendidas como inviolables. 

Es esta violencia previa, encerrada en las advertencias, en las amenazas casi tangibles, en el lenguaje, la verdadera causante del choque que surge entre poder y rebeldía; autoridad y violencia.


Actualmente podemos encontrar una noticia sobre una novela gráfica presentada en el pasado salón del Cómic de Barcelona, obra del dibujante Carlos Hernández y del guionista "El Torres". Dicha novela está dedicada a Federico García Lorca, sobre su vida, su percepcción del mundo y su mundo interior poético que puede darnos otros puntos de vista sobre la psique del autor, su particular expresión,  y su vida, pues nunca está de más disfrutar de una buena lectura sobre un autor tan a veces conocido por sus obras y desconocido por sus actos.

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