La violencia dormida: Los niños perdidos

“Los niños perdidos”es una obra que forma parte de la Trilogía de la memoria , y ejemplifica de una manera perfecta la violencia, no solo física, sino psicológica e ideológica contra los más débiles, ejemplificados aquí por unos niños, personajes que siempre son especialmente vulnerables ante los avatares de la violencia y la injusticia, que ayuda a que la relación entre violencia y poder, víctimas y verdugos, maltratadores y maltratados, toma una nueva dimensión mucho más explícita y desasosegante en este caso, en que las víctimas, quedan totalmente desamparadas.



Representación de "Los niños perdidos"


Es necesario que esta sea la mayor simbología de la obra, la de los niños que representan realmente todos los muertos de la Guerra Civil (y que en algunos casos fueron realmente ambas cosas, niños y asesinados, como Lázaro, Cuca y Marqués aquí), formando parte de una abstracción mayor que no se detiene únicamente en la literalidad de la obra, sino que atañe a un colectivo mayor.

Es importante el papel que juegan las acotaciones, explícitas, detalladas, y no exentas de realismo crudo, resaltando la condición de víctimas de los niños, así como los relatos de los propios niños, que resultan en un testimonio angustioso y crudo del dolor y la miseria de estas vivencias, con escenas repletas de gran violencia, si bien la mayoría del mensaje político o ideológico sobre el fascismo recae en Sor (o Tuso imitándola), con frases como:

“Sois la manzana podrida y licenciosa que si la dejamos emponzoñará a nuestra esperanzadora juventud” (la nueva Organización Juvenil) o “Habéis heredado de vuestros progenitores los siete pecados capitales. No habéis sabido vencer la sangre que os corrompe”.



Imitación de actitudes


La imitación de Tuso resulta de lo más acertada, tanto que trae el recuerdo y la amargura del verdadero avatar de la violencia: “Cada vez que te posees viene la de verdad”, como señala Lázaro, el más consciente de la situación en la que los cuatro se encuentran.

Es por esto que encontramos en el texto un carácter autorreferencial, que sirve de metáfora al mensaje de la propia obra, como podemos ver en las propias palabras de Sor, en las que encontramos un caso de metalenguaje que traspasa la obra en sí, en ese mismo afán de olvidar a toda costa, contra el que combate “Los niños perdidos”:

“Olvídese. Olvidar, olvida, olvidar, olvidar…Y se acabó”.

Es por esto que los niños aluden constantemente a “la de verdad”, como la verdadera Sor, que se siente atraída por la interpretación que Tuso hace de ella, como un mal recuerdo o una angustia constante aún no superada. Igualmente, a la vez que la imitan y recuerdan, los niños aprenden por repetición y vierten lo aprendido en sus juegos, como en la escena en que Lázaro pregunta a su público, que responde las consignas aprendidas que llevan años escuchando sobre la patria, la religión, la guerra y el caudillo. Es un adoctrinamiento completo, que empieza desde la niñez, y del que nada está exento.



 Cartel

De estos ejemplos, posiblemente ninguna escena sea tan cruda, dolorosa y repleta de detalles, como la narración que hace Cuca cuando juegan a los trenes. Ahí podemos observar un pedazo de esa realidad, punzante y ácido, que resalta una de tantas injusticias y monstruosidades cometidas contra los niños de la época, retoños del diablo y “los malos”, los rojos y republicanos. Es una escena que poco tiene que “envidiar” a otras de las mayores monstruosidades del siglo XX, asociada igualmente al fascismo, como fueron los campos de concentración y los trenes de la muerte alemanes.

En este marco temporal y social, el desamparo de los niños es total, como queda claramente recogido en el recuerdo de Lázaro:

“Nos quedamos por ahí, en la calle, comiendo basuras y durmiendo en el portal, esperando a que volvieran mis padres”.

No obstante, el fragmento que mejor define el carácter de denuncia de la obra, el que mejor resume todas las intenciones de su autora y el propio mensaje de “Los niños perdidos”, es el siguiente, cuando en boca de Tuso, este explica finalmente la situación que solo Lázaro sabía y los demás apenas intuían;

“Total, ya erais niños perdidos. Al fin y al cabo, los niños de aquí no existen. Son como fantasmas y nadie va a reclamar por ellos. Mejor echar tierra encima”. 

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